Un pierrot de porcelana juega a ser equilibrista. Tanto miedo tiene a quebrarse que no trabaja en el circo. Lo mira. Lo adorna. Lo imagina. Imagina la cuerda suspendida en el aire. Tensa. Tirante. Toma un paraguas violeta y se lanza a caminar entre el cuento y la poesía. Entre la prosa y el verso. El miedo no se le nota. Tiene la cara de versos tan llena de porcelana, de lágrimas y de sonrisas que es el pierrot más blanco que jamás se haya escrito. Más blanco que los versos sin rima que jamás se hayan contado. Y avanza, ya sin miedo, porque no cuenta sus pasos. Sabe que en algún momento, a la vuelta de un acento o detrás de alguna pausa, siempre encontrará escalones, asientos o tierra firme parecida a la anterior (¡si es igual, mucho mejor!) para descansar sus pies y seguir andando.
Se imagina bailando
en un teatro de globos
metafóricos zancos
que no rimen tan bobos.
Riellora soñando
Versos Blancos
¡Hasta que se quiebra un pie! y se despierta de golpe de aquel ensueño soñado. El pierrot se ha tropezado con otro sueño frustrado. Otro zanco mal puesto y se le pincha el teatro. Los globos. Los versos. El cuento del pierrot no es más que polvo. Polvo blanco de porcelana negra que sólo rima con su vida y con su tristeza.
Cony Albarracín (14-02-11)
No hay comentarios:
Publicar un comentario