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La Plata, Buenos Aires, Argentina

martes, 30 de noviembre de 2010

Desiertos

A veces siento las venas repletas de desierto. De ese mismo desierto del que se ha hablando tanto, pero más intenso cada vez. Raspa. No sé bien dónde, pero raspa. En el corazón. En la cabeza. Raspa saber que ya no hay Oasis disponibles, que es algo de todos los días. Que bebemos el desierto en el agua que tomamos. Raspa que la mayor parte del tiempo no lo notamos, no nos damos cuenta. 
Compartimos, disfrutamos, vivimos y de repente, somos arena. Somos la misma arena que siempre fuimos, sólo que de repente nos damos cuenta. Raspa. En la garganta. En la soledad. En el aire que respiramos. En las bocinas. En los diarios. Raspa pensar que pudimos haber hecho aquello que nunca hicimos y que ya no haremos. Raspa saber que no lo hicimos porque jamás supimos cómo hacerlo. 
También nos olvidamos de que somos desierto en el desierto y arena en la arena. Es lo que nos permite seguir construyendo castillitos a la orilla de nosotros. Hasta que la orilla raspa otra vez porque la ola que la delinea es otra ola de arena. 


Cony (30-11-10)

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