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La Plata, Buenos Aires, Argentina

sábado, 3 de septiembre de 2011


    Sonrío y camino por mi rutina, me siento plena, feliz. Estoy contenta. Sin embargo, un velo de nostalgia cubre mis venas con tu nombre. Me cuesta descifrar  la sensación, pero sé que se trata de tu nombre, de tus ojos. Me parece inadecuado llamar “nostalgia” a esta sensación porque no es exactamente eso. Se trata más bien de ese cansancio que acompaña al éxtasis. Como si de repente me bajara la presión en una playa soleada. Una hoja de calcar cubre el cuadro más bello de un museo. Una manta translúcida acaricia una escultura. Uno sigue disfrutando de la obra que se expone pero algo difumina la potencia de su encanto. No es nostalgia, no. No deseo encontrarte ni me invaden las ganas de besarte, como en otros tiempos. No preciso urgentemente que tu cuerpo me abrace mientras espero el colectivo de frente a la primavera que se asoma por la plaza. No lo preciso, no te preciso, no es eso. Es simplemente que la terrible alegría que me inunda encuentra una tapa antes de tiempo que le impide rebalsar. Es simplemente que una parte de vos se ha instalado para siempre en mí y una parte de mí se ha ido. No es nostalgia, no. Es esto de saber que se ha vivido y a pesar de eso se seguirá viviendo. Es entender que nada es tan trágico como parecía, entonces… tampoco tan vitalmente necesario. Es saber que se puede perdonar, que se puede entender, que se puede aceptar todo aquello que tiempo atrás no se veía ni siquiera en lo imaginario de la posibilidad. Es encontrar el dibujo de tu rostro en el aire de la mañana y poder sonreír en calma sin saber por qué tu rostro sigue allí, ni mi sonrisa. Es sentir que el paisaje no puede parecer tan bello sin tu presencia. Y sin embargo… 

Cony Albarracín (01-09-11)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué divino ésto, me encantó
Moni