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La Plata, Buenos Aires, Argentina

sábado, 13 de agosto de 2011

DesCromaPlazamiénTicos Tos (Cony Albarracín 18-07-2011)


Un gato negro se arrincona en la esquina de un tejado. Tiene los ojos tan verdes como los míos. Tan verdes que deberían ser rojos al amanecer de un sueño que no se ha dormido.

Frente a él, un tejado y una chimenea del color de mi sueño, de los ojos del gato. 

Un triángulo insomne se dibuja en el aire. 

Un gato negro arrinconado. Un lápiz verde entre uñas rojas. Tan rojas que se vuelven verdes de rasgar la esperanza de un sueño que sangra en los ojos de un gato.

Negra se vuelve la sangre de un sueño desvelado. 

Un triángulo verde arrinconado. Un gato rojo sobre un tejado me mira.

Arrojo mis ojos negros al triángulo vacío de la noche que amanece tras la muerte de un sueño que ha elegido el suicidio.

Nadie nos ve, nadie nos oye. Sólo nosotros sabemos que estamos
Vivos. 
Despiertos. 
Verdes.

Una cortina verde aparece frente al gato. En la esquina del gato. En las uñas del techo.

¿Qué dice la cortina? 
No logro descifrarlo. 
Misterio. 
Una ventana me guiña el ojo. 

Nadie lo entiende pero el gato lo sabe. Lo sabe por verde, igual que mi lápiz. 
Igual que un sueño estéril.

El gato verde se despereza pero sigue soñando.
¿Por qué todo se vuelve verde? ¿Por qué rojo?
Porque negro.

El triángulo no se forma con el gato. El gato está en el medio. El triángulo contiene un gato negro. Un gato negro solo y un tejado que me mira con mis ojos.

Todo gira y la ventana me hace un guiño. Otro
La cortina. 
La chimenea. 
Todo gira en torno al gato. El gato me mira.

¿O soy yo?

Mis ojos negros también son verdes de tanto rojo que les dejó la noche. 

¿Cuántas noches habrán dormido sobre ese tejado? ¿Cuántos desvelos son necesarios para pintar un techo de verde? 

¿Y un gato? 

¿Y un sueño?

¿Por qué se vuelve todo tan bizarro?
¿Por qué el tejado no duerme, el gato no escribe, la cortina no muere y el lápiz apenas si rasguña la sangre de un papel?

La noche se me escapa entre los pelos de un gato que no puede distinguir siquiera su color. Ni sus ojos, ni mi piel tienen el color de la noche que soñaban tener. 

Ya es tarde. 

Se han desvelado. 
Los gatos, 
los tejados, 
los misterios y el papel. 
Sólo queda la piel ajada de una cortina verde.


Y además,

 llueve.

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