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La Plata, Buenos Aires, Argentina

viernes, 21 de enero de 2011

Fragmento de algo que estoy escribiendo - Cony Albarracín

(...)
Más abajo, en la misma página, Alejandra cita un fragmento de Prust que me empuja a la librería a preguntar por “En busca del tiempo perdido”. No lo tienen. ¡Lógico! Pero encuentro “El discurso del método” y me asombra lo breve de la edición completa, por lo mucho de las quejas de Alejandra acerca del tiempo que le llevó leerlo. Me asusta abrirlo. Imagino lo rebuscado de su escritura para que mi amada agonizara tanto en su lectura. Imagino un Foucault, un Bourdieu… leo la contratapa y dice: “muy llevadero y accesible al lector”.
No traigo plata encima. Pero mañana, sin dudarlo, será lo primero que haga. Lavarme los dientes y comprar “El discurso del método” de Descartes, más un libro de Unamuno con el que tropecé al salir del local. Me llamó la atención su visión del ser humano: mitad positivo, mitad negativo; entre otros pensamientos muy acordes a lo que pienso. Por otro lado, ambos libros, accesibles a mi precario bolsillo. El del Marqués de Sade prologado y comentado por Barthes y otros dos críticos conocidos pero de nombres irrecordables para mi memoria, encuadernación y dibujos de puta madre, me fascino!! Pero quedará en mi lista de futuras inversiones.
-¿Tienen algo de Cesar Vallejo?
-Nada.
Estas librerías turísticas, son increíbles! Pero revolver es el secreto…
El otro día, encontré los Cuentos Completos de Poe y fue toda una hazaña. Yo estaba ahí por un cambio. Me habían regalado los Cuentos Completos de Silvina Ocampo I que yo acababa de comprarme semanas atrás y pensaba cambiarlos por los Diarios de Alejandra Pizarnik, para completar su obra.
Ellos, los cuentos de Poe, estaban entre los libros de autoayuda gritando y fui a su rescate. Sentí que los ayudaba. Le dije al chico de la caja: “además de cambiar a Silvina por Alejandra me llevo este librito de autoayuda que me está gritando desde aquella mesa (arrastrando el gigantesco tomo hasta la caja)”.
Mientras me los agrupaban en las bolsitas, lo miro al chico y le digo: “ ¿Te puedo pedir algo? (el empleado dudó pero asintió con la cabeza, como corresponde frente a todo cliente) el otro ejemplar que queda solito (porque sólo había dos) no lo pasarías a un estante de literatura? Me da la sensación de que  se va  a deprimir ahí (el chico abrió los ojos como dos faroles). En serio! Ponelo cerca de otros autores, cuentistas… o cerca del género policial al menos; pero por lo qué más quieras no lo dejes solo en esa mesa… puede morir de depresión. De verdad te lo digo, es muy feo sentirse solo y fuera de lugar; sentir que uno no pertenece a su entorno justamente por ser una especie de genio. No dejes que los cuentos de Poe se mueran rodeados de libros de autoayuda y de tarot!, ¿dale? ¿Me hacés ese favor? Yo rescato uno y del otro te encargás vos. Feliz Año!” dije con una sonrisa y salí del local.
No sé que habrá hecho; seguramente un gesto de “Loca!” cuando me di vuelta, y allí habrá quedado Poe entre Cohelo, “El secreto”, y miles de exóticos desconocidos. Pero ahora que lo pienso, ojalá alguien vaya buscando la solución a sus problemas, se acerque a esa ridícula mesa y se encuentre, por azar, con un libro gordo, de tapa blanca, autor de nombre cortito y un gato negro crispado y misterioso que lo engatuse; y sin querer… zacate! Se introduzca en el infinito y fascinante mundo de la literatura. La vida se le va a complicar el doble. Respuestas… olvídalo! Ayuda, menos que menos. Se multiplicarán sus preguntas hasta donde jamás imaginó. Pero llegar a lo jamás imaginado, pregunto ¿No es, quizá, lo más apasionante que a alguien puede sucederle?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo te diría que pruebes preguntando por "Por el camino de Swann" en vez de por "En busca del tiempo perdido"

PoLicRoMáTiK dijo...

Es cierto. De todos modos, la respuesta del librero de la playa fue: "de ese autor no tenemos nada". Muchas gracias, Anónimo, por la corrección! :)